PaĆ­ses Catalanes: Algo que nunca decidieron los Valencianos

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Escrito por Josefa Villanueva Espinosa

JOSEFA VILLANUEVA ESPINOSA, Doctora en Filología HispÔnica. Nacida y formada en Francia (Universidad de La Sorbonne y Universidad de Paris-Nanterre). Cuando se casó con un valenciano se doctoró con una tesis titulada "El nacionalismo valenciano: cien años de pancatalanismo 1906-2006" (2017), editora: L“Oronella. Actualmente colabora con la Real Academia de Cultura Valenciana (RACV) y con AFEDIV, Asociación defensora de la identidad valenciana.
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25.10.2023

“PaĆ­ses Catalanes: Ā”Algo que nunca decidieron los Valencianos!

 

Los nacionalistas catalanes ya lo han conseguido; hoy, gracias a la decisión del Senado, pueden hacer allĆ­ referencia a ese nombre inventado por ellos: “PaĆ­ses Catalanes”, aunque Ć©ste carezca por completo de realidad histórica. Es un viejo sueƱo de casi un siglo que han llegado a hacer realidad, a base de todo un entramado polĆ­tico (que empezó con la Lliga Regionalista), que arrancó en 1906, aƱo en que Enric Prat de la Riba publicó su libro La nacionalidad catalana y en que se celebró el Primer Congreso Internacional de la Lengua Catalana. Tanto en ese libro como en aquel Congreso quedaba reflejada la hoja de ruta expansionista de los catalanistas. AĆŗn no se adoptaba la terminologĆ­a de “PaĆ­ses Catalanes”, se hablaba de la “Gran CataluƱa”, pero la meta era la misma: hacer de la región valenciana y tambiĆ©n de las Islas Baleares una extensión del territorio catalĆ”n, so pretexto de compartir la misma lengua y la misma historia (la antigua Corona de Aragón). Es decir se inventó una uniformidad histórica y lingüística que jamĆ”s habĆ­a existido. La unidad verdadera, era la institución y la persona del monarca; los territorios se habĆ­an ido aƱadiendo conforme se conquistaban pero los fueros daban fe de la independencia y peculiaridades de cada reino (Mallorca y despuĆ©s Valencia); porque si en algo se caracterizaba la Ć©poca feudal era en su carĆ”cter fragmentario y heterogĆ©neo, sólo el principio de jerarquĆ­a daba su coherencia al sistema. AsĆ­ que nunca existió una corona catalana, por mĆ”s que los nacionalistas catalanes intenten disfrazar la Corona de Aragón, designĆ”ndola “Corona Catalano-Aragonesa”. Quien repite esas falacias lo hace por ignorancia o por interĆ©s. Ya son prĆ”cticamente innumerables las tergiversaciones llevadas a cabo, como por ejemplo que las “Bases de Castellón” (1932) daban fe de la catalanidad del valenciano. Quien se moleste en leer aquel documento que no ocupa mĆ”s de 6 hojas de texto, comprobarĆ” que en ningĆŗn lugar estĆ” escrito que el valenciano sea una modalidad del catalĆ”n. Entonces ĀæCómo hemos llegado hasta aquĆ­?

La democracia tiene sus virtudes pero tambiƩn tiene sus peligros. Si en el Antiguo RƩgimen todo dependƭa de la voluntad de un rey, bajo las democracias representativas dominadas por la partitocracia, se puede llegar a conseguir validar por ley conceptos que antes no existƭan; incluso si son contrarios a la historia o a la ciencia. Basta con que unos polƭticos encuentren su ventaja el pactarlo, para que se dƩ carta de naturaleza a cualquier fantasƭa que estƩ respaldada por un partido polƭtico con la suficiente influencia. Todo dependerƔ de lo que gane cada cual en el pacto.

A este jueguecito los nacionalistas catalanes ya son maestros. En 1930 consiguieron su primer “gran premio” con el Pacto de San SebastiĆ”n; pusieron sus condiciones para apoyar una repĆŗblica en EspaƱa (1931), y lograron el Primer Estatuto de AutonomĆ­a (septiembre 1932). ĀæPor quĆ© los catalanes y no los andaluces o los valencianos empezaron a comportarse como un autĆ©ntico grupo de presión? Pues, porque en CataluƱa triunfaba la revolución industrial (el textil), y con ella se creaba una autĆ©ntica riqueza financiera. Los industriales catalanes advirtieron muy pronto de su ventaja frente a los demĆ”s territorios donde la agricultura seguĆ­a siendo el Ćŗnico medio de subsistencia. No por casualidad pasó lo mismo en el PaĆ­s Vasco: allĆ­ tambiĆ©n la industria (siderĆŗrgica) dio alas a la burguesĆ­a vasca. AsĆ­ que los nacionalistas vascos tambiĆ©n ejercieron sus propias presiones durante el Pacto de San SebastiĆ”n, consiguiendo ellos tambiĆ©n un estatuto de autonomĆ­a, votado ya en plena guerra civil (octubre 1936). Que ĀæPor quĆ© los catalanes lo consiguieron antes que los vascos? Porque los catalanes estaban mejor organizados. Mientras los vasquistas ya intentaban incorporar Navarra dentro del estatuto vasco, los catalanistas mĆ”s prudentes habĆ­an empezado por hacer proselitismo en Valencia desde principios del siglo XX. Eso sĆ­, con mucho sigilo, y poniendo la diana en los Ć”mbitos acadĆ©micos. SabĆ­an que la fruta aĆŗn no estaba madura, y para que la estrategia funcionara, era preciso que fueran los mismos valencianos los que abogaran por su supuesta catalanidad. Y en ese aspecto cuanto peor le iba a EspaƱa (dictaduras, y guerra), mejor lo tenĆ­an para atraerse la simpatĆ­a de los valencianos.

Paradójicamente un antiguo franquista rebotado llamado Joan Fuster fue el candidato elegido. Por encargo desde Barcelona escribió en 1962 el libro Nosotros los valencianos, y otros tantos con la misma finalidad. Se trababa de insistir en las tesis expuestas por Manuel Sanchis Guarner en su libro, La llengua dels valencians; una obra de juventud reescrita con mayor carga doctrinal que en su primera edición (1934). El momento era propicio, había que asimilar España a la dictadura franquista, y en eso se esmeraron (y siguen haciéndolo). La Universidad fue la sede del adoctrinamiento pancatalanista con la ayuda inestimable de los profesores catalanes y catalanistas que allí impartían clase (Joan Reglà, Miquel Tarradell, Miquel Dolz, Ernest Lluch) y mantenían relación muy estrecha con Joan Fuster. Y mientras los antiguos comunistas se arriesgaban valientemente, pagÔndolo con la cÔrcel, los fusterianos hacían de la hipocresía y la manipulación sus principales armas de batalla. Basta ver el aplomo con el que Ximo Puig o Monica Oltra afirman que a los valencianos nos les preocupa la declaración del Senado.

AsĆ­ de adoctrinada llegó una parte de la nueva intelectualidad valenciana, dispuesta a tomar el relevo de los viejos luchadores contra la dictadura, en vĆ­speras de la Transición DemocrĆ”tica. Cierto que en junio de 1977 las urnas valencianas rechazaron sin paliativos a los partidos polĆ­ticos que abogaban abiertamente por el proyecto pancatalanista. Pero eso no iba a cambiar nada de lo previsto, ahĆ­ estaba Joan Fuster para repensar la estrategia. Se adoptó un plan B: los cabecillas de aquellos partidos pancatalanistas desechados, integrarĆ­an los partidos estatales de izquierdas (PSOE y PCE), vencedores de los comicios. Frente a una mayorĆ­a de militantes con poca preparación acadĆ©mica y dialĆ©ctica, estos apóstoles del fusterianismo no tardaron nada en escalar puestos de relevancia y en potenciar el carĆ”cter ya nacionalista (antiespaƱol) que la izquierda en general habĆ­a adoptado. El objetivo era dar al estatuto valenciano, sĆ­mbolos pancatalanistas (la “Batalla de Valencia”). Se habló entonces de hacer un referĆ©ndum para que los valencianos decidieran esos sĆ­mbolos, pero las encuestas adelantaban el fracaso de la cuatribarrada y el rechazo de la denominación de lengua catalana para designar al valenciano. AsĆ­ que nunca se llevó a cabo ese referĆ©ndum.

El estatuto valenciano se acordó finalmente y los sĆ­mbolos pancatalanistas no triunfaron, pero lo que nunca consiguieron los fusterianos con la ley en la mano, lo estĆ”n consiguiendo ahora por la puerta de atrĆ”s. Pues ĀæcuĆ”ndo fue voluntad de los valencianos llamar a Valencia “PaĆ­s Valenciano”? ĀæCuĆ”ndo decidieron los valencianos que su tierra pueda designarse ademĆ”s “PaĆ­s CatalĆ”n”? Ā”JamĆ”s de los jamases! Sin embargo es esta izquierda, que se proclama a sĆ­ misma mĆ”s demócrata que nadie, la que lo ha decretado asĆ­. Que le importa a esta izquierda si encuentra su conveniencia pisoteando la identidad valenciana, para mejor reverenciar la de los catalanes. Ӄse es su particular concepto de la igualdad!; por ello, sin pudor alguno sigue disfrazĆ”ndose de defensora de los desfavorecidos, cuando en realidad traiciona la democracia, y allana mĆ”s y mĆ”s el camino a una nueva Ć©lite adinerada y sectaria, que, comportĆ”ndose como un lobby se va construyendo unos “paĆ­ses catalanes” como el que se construye un palacio, ladrillo a ladrillo, pero pagado con el dinero de todos, incluido Ć©l de los valencianos.

 

Josefa VILLANUEVA ESPINOSA

Doctora en Filología HispÔnica por la Universidad de Paris-Nanterre. Su libro El nacionalismo valenciano (3 tomos), editado por l“Oronella, estÔ basado en su tesis doctoral.

Publicado en ABCĀ  23 de Noviembre 2011

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